Terror en Periférico Sur
Miércoles. 5:30 p.m.
Vamos B y yo en el ecobús de regreso del trabajo. Voy a ver un cuarto en un departamento de esos edificios, le digo. Suena bien, pero lo único malo es que es un viejito de 78 años el que vive ahí nada más. Me mira entre sorprendida y asustada. ¿Vas a vivir con un viejo? Bueno, es una buena oportunidad por la locación y el precio. Es cosa de ver qué tal está el espacio y qué tan difícil o molesto sea. Ahorita lo voy a averiguar. De todas formas, ayer me escribió una amiga de la uni que va a entrar a hacer la maestría a la UNAM para que busquemos depa juntas, así creo que será más fácil, pero como ya había quedado con el viejito, pues voy, veo qué onda y ya. Me ve preocupada: no me da confianza, me voy a quedar por aquí hasta que me avises que saliste. Me río, no creo que haya necesidad.
Toco el timbre y después de unos minutos, aparece efectivamente un anciano que llega por la calle caminando. Disculpa, mija, es que tuve que dejar la Explorer y traerme la BMW y dejarla en el estacionamiento. Viejito y ricachón, pienso, tal vez se vaya 6 meses del año a ver a sus hijos en Miami. Entramos y subimos las escaleras. Oye, vi que ayer cambiaste tu perfil en Compartodepa, ¿ahora quieres un lugar para dos personas? Sí, ayer una amiga y yo coincidimos en la búsqueda y preferimos hacerlo juntas. Ah, muy bien, dice abriendo la puerta, porque tal vez las dos pueden quedarse aquí. Pues, ahora veremos.
De inmediato me llegó un olor rancio raro y se dejó sentir un ambiente encerrado, como viciado. Lo primero al abrir la puerta era la cocina. Muy iluminada; trastes de cocina que hay en las casas de las abuelitas, pero sucios sobre la estufa, un descuido tal vez; unas gavetas arriba; un juego de cuchillos que los hace pender de un soporte sobre la pared, sin lavar también, pero esta vez acomodados por longitud de la hoja. El centro del departamento era una sala de sillones sin juego; con garigoleados en la cabecera, los brazos y laspatas; de estampados varios que recuerdan a los tapices de las casas antiguas; un trinchador con fotos familiares. Al fondo, una escalera de caracol en cuyos escalones se acomodaban un chihuahua, un french y un gato con sus croquetas.
Mira este sería el cuarto donde te quedarías y me mostró una especie de armario adaptado para que cupiera una cama a la que se podía acceder una vez cerrada la puerta. Tiene una TV y unas puertitas para que guardes tus cosas. Ya. Está algo reducido, le digo. Sí, es que esta habitación la adapté para cuando viene mi hija a verme de Monterrey. Ah, muy bien, pero si yo me quedo, ¿dónde dormirá su hija? En la sala, tengo un biombo y le puedo adaptar un cuarto. Claro que si tú también quieres, puedes quedarte ahí… O tu amiga. ¿En los sillones, dice? Sí, podemos ajustar la tarifa. Pues, yo estoy interesada en un cuarto con cama, no una sala con un reposabrazos por almohada, pensé.
Ya de vuelta en la sala: ¿Y qué hay arriba? El cuarto de servicio. ¿Puedo subir? Traté de no pisar a las mascotas de tamaño roedor ni su alimento en los minúsculos peldaños triangulares para descubrir una lavadora (considerada un lujo en el mundo del alquiler) en un espacio de 2×2 con puerta a la azotea. Por la superficie del suelo, excrementos de los animalitos domésticos que acababa de saltar. El hedor, con todo y la salida abierta, mezclada con las croquetas y el olor a animal explicaban lo rancio del ambiente.
¿Y qué tal la seguridad de la zona? Pregunta obligada. Ah, todo muy bien, muy tranquilo. Mira, toma asiento y lo hago hundiéndome en el sillón que ofrecía por cama a los inquilinos o a su hija. La colonia está muy conectada y tienes la ventaja de estar a pie de Periférico sur, el metro queda a 25 minutos. Yo casi no estoy aquí porque ando fuera, así que prácticamente será para ti el departamento. Eso sí, sí se viene mi hija unos meses en verano porque estudia la universidad. Y es que mira, yo ya estoy grande, tengo 70 años y mi esposa se cansó de mí. Tuvimos tres hijos y bueno, eso pasa cuando te casas con una muchacha tres décadas menor a ti. (Y yo echando cuentas y preguntándome por qué me cuenta esto un sugar dady). Entonces, pues se cansó de mí porque ella tiene necesidades y yo ya estoy grande. Me operaron de la próstata y ya no puedo (Insisto: ¿por qué estoy escuchando sobre sus muy privados y fuera de mi interés, genitales?). Es algo que no tendría que contarte (No, ya no siga, por favor), pero es para darte seguridad porque seguro piensas que puedo ser peligroso y la verdad es que no. Yo no puedo hacerte nada, por eso me dejó mi esposa, ya no tengo fuerzas y paso mucho tiempo dormido. Además, en caso de que, no sé, te sintieras amenazada por mí, en tu cuarto hay una puerta que da a la zotehuela por la que puedes salir. Si por alguna razón yo te quisiera hacer algo (¿Mi cuarto? ¿Si no le he dicho que voy a quedarme?), en lo que yo doy la vuelta por la entrada principal tú ya estás fuera (Claro, ante la emergencia levanto la cama y luego abro la puerta, ¿o cómo?). Lo mismo si subes a donde está la lavadora, desde arriba puedes cerrar y llamar a la policía.
Ya, le digo y pienso que este viejito tiene tan bien pensadas las rutas de escape que es alarmante y me hace pensar que en esa hipotética situación ya tendrá cubiertas todas mis posibilidades. Muchas gracias, voy a seguir buscando. ¿Así que no te quedas? Como le dije, ahora tengo el plan con mi amiga. Pues coméntale que puede quedarse aquí también. Sí, le diré y me comunico después con usted. Bueno, dice decepcionado, si te interesa aquí te espero. Sí, sí, y empiezo a caminar hacia la puerta. Paso por los perros que me ladran, por la cocina con los cuchillos sucios y con alivio le digo ya afuera que no se moleste en bajar. Y yo me digo que ojalá no tenga también contemplada la posibilidad de que los inquilinos de su gusto se asusten y que usen la escalera para irse, que esto de buscar dónde vivir es un deporte extremo y que qué bueno que B está aquí cerca, esperándome.